Antonella Pataro. Profesora, Universidad de Buenos Aires
Stanek incomoda. Tres décadas pasaron desde el fin de la Guerra Fría y su libro, Architecture in Global Socialism. Eastern Europe, West Africa, and the Middle East in the Cold War (Princeton University Press, 2020), desestabiliza los esquemas establecidos en una cultura arquitectónica de un mundo bipolar. No rechaza la existencia de dos modelos, pero ese marco no le alcanza. Desmenuza el bloque oriental en diversas intenciones políticas y económicas, mientras que en occidente se centra en el Estados Unidos y la Inglaterra de posguerra y su posición para operar en sectores de África y Asia, atravesando procesos de descolonización y reconfiguración política territorial.
Habla de arquitectura aunque busca armar ciudad. Por medio de planos, dibujos y fotografías las ferias, conjuntos urbanos y edificios cívicos se construyen como objetos complejos, presentando distintas concepciones, argumentos y recorridos. Traza hilos rojos de grandes y pequeños actores, decisiones políticas y encuentros. La arquitectura es móvil no porque se mueva, sino porque es entendida como un proceso en continua conformación.
Stanek (también) se mueve. Insiste en la consideración del problema desde la posición geográfica: una mirada desde el sur del hemisferio norte que pone en tensión un norte desarrollado y un sur en vías de desarrollo, y que cuestiona la pregnancia de la rígida separación entre un occidente capitalista (o imperialista) frente a un oriente compacto comunista. Organizaciones gubernamentales (ONU, Banco Mundial) y profesionales (RIBA, CIAM o Team X) junto con individuos se mueven por este tiempo y espacio. Lo que acontece en Asia y África se explica por lo que ocurre en puntos diversos del este europeo.
Stanek puntualiza. Para profundizar en esa red (embrollo), el libro tiene una introducción con un denso marco teórico, cuatro casos en torno a las ciudades de Accra, Lagos, Bagdad, Abu Dabi y Kuwait y un epílogo en el que se explicitan las lógicas y estrategias de investigación. El tratamiento de cada ciudad excede su límites territoriales y físicos y encarna problemáticas locales, nacionales, internacionales y globales de índoles culturales, económicas y políticas. Cada ejemplo avanza cronológicamente dentro de un lapso temporal reducido: la Guerra Fría.
Stanek discute. De cara a relatos históricos – consolidados desde una posición noratlántica donde la modernidad es un flujo global unilateral – se plantean términos como ‘worldmaking’, ‘pluralidad’ y ‘traducción de experiencias’. Quizá para nosotros, aún más al sur, sean más familiares estos conceptos de otredad e intercambios en ambos sentidos con el norte. Lo que asombra del libro es que abre el mapa de la geografía y aún más el de las ideas. Se debate sobre la modernidad, identidad y arquitectura climática sumando diversidad de voces.
Stanek propone. Con profunda investigación y peso etnográfico observa y revuelve los acontecimientos desde el lugar de producción y desde la reconstrucción del trasfondo intelectual de las ideas. Architecture in Global Socialism es prueba de que la historia puede contarse con las dos caras de la moneda, sabiendo que, aunque el mundo es uno, tiene múltiples configuraciones.